Con regularidad sexenal, se repiten en México los soles cosmogónicos de la antigüedad prehispánica. Una era termina; comienza el nuevo Sol y todo lo anterior ha de ser destruido por los tigres o la lluvia de fuego, o en su caso, arrebatado por el viento y el agua. Cada seis años el país se convertía en otro país. Cambian las ciudades, la forma de vivir, el lenguaje, hoy llamado elegantemente “la narrativa” para describir los discursos adecuados, cómo deben contarse las historias que caracterizarán al nuevo régimen. Algunos conocerán el carácter vano y efímero del triunfo, otros, sufrirán la nostalgia del éxito y la adulación que ya han perdido y otros, probarán tales delicias por primera vez. Habremos de ver si, como se hizo durante mucho tiempo, el nuevo mandato se ejercerá, en primer término, lanzando todas sus baterías contra el anterior, pero es muy probable que no. Sin embargo, no importa cuán influyente puede ser el que se va: el que llegó hará sentir su estilo en todas las cosas. –

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